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1 de Enero y auxiliares/gerocultoras. ¿Y ahora, qué?

1 de Enero y auxiliares/gerocultoras. ¿Y ahora, qué?

Por Josep de Martí
martes 19 de diciembre de 2017, 19:03h

Esto de la capacitación profesional de las gerocultoras es algo que llevo siguiendo desde hace unos cuantos años y que ahora, parece llegar a un momento importante.

Quien quiera conocer cómo empezó el despropósito y lo que ha ido pasando puede leer cosas que he escrito hasta ahora en mi blog como:

Abril de 2011. La Leyenda urbana de la cualificación de las gerocultoras

Marzo de 2014. El monstruo del Lago Ness y las gerocultoras

Julio de 2014. Las gerocultoras y la llegada de 2015

Abril de 2015. Al final no les pasará nada a las gerocultoras

Para quien no tenga ni idea de lo que estamos hablando lo explico en una pequeña pastilla:

Hasta hace poco cualquiera podía trabajar atendiendo a personas mayores en residencias, centros de día o atención a domicilio. En un intento de profesionalizar la atención, un acuerdo del Consejo Territorial de la Dependencia estableció que las auxiliares/gerocultoras (se les llama de forma diferente en distintas comunidades) debían tener una titulación específica de formación profesional. Para quien ya trabajase en un centro se estableció un requisito de reconocimiento de competencias y acreditación de profesionalidad junto con un plazo para conseguirlo.

La idea era buena; el medio elegido, discutible (el acuerdo del Consejo no se aplica a nadie, sino que sólo sirve de pauta para que cada comunidad establezca sus criterios de acreditación de forma que lo que parecía aplicable a toda España sólo lo es realmente a las comunidades que aprueben normas de acreditación que los recojan); el proceso para conseguir la acreditación, caótico.

La consecuencia es que llevamos casi diez años en los que algunas comunidades han conseguido, con el apoyo imprescindible de las patronales del sector, que casi todas las gerocultoras reúnan los requisitos, mientras otras se despertaron tarde y cuando lo hicieron fueron terriblemente lentas.

Los redactores del acuerdo quisieron una aplicación paulatina con una fecha límite pero, ante una obstinada realidad que amenazaba con poner de manifiesto un amplio incumplimiento, decidieron ampliar el plazo hasta finales de 2017 y establecer un procedimiento especial, casi una exención, para las gerocultoras de más de 50 años.

En 2015 algunas empresas de formación, viendo una ventana de oportunidad, lanzaron campañas agresivas anunciando que las gerocultoras que antes de final de año no tuviesen el título o el “papel” podrían ser despedidas. ¿La solución? Una formación con su etiqueta de precio.

¿Podían ser despedidas? ¿Iban a ser despedidas? Eso era algo discutible pero la ineptitud de nuestros queridos gobernantes propició que algunas personas vivieran con angustia la llegada de la fecha, hasta que decidieron jugar “patada a seguir”, o sea, posponer la fecha dos años.

El 31 de diciembre se acababa el nuevo plazo; esta vez sí que las gerocutoras sin título podrían ser despedidas. Pero, tranquilo todo el mundo. Por los pelos y en último momento el mes de Octubre se ha vuelto a romper la fecha límite mediante un acuerdo del Consejo Territorial de la Dependencia.

La verdad es que todo este proceso, que por un lado es loable porque persigue que quien trabaja cuidando a dependientes tenga una titulación adecuada y desarrolle una labor más profesionalizada, por otro ha demostrado ser una verdadera chapuza que sólo ha dejado de ser catastrófica gracias a una actuación de último minuto.

Si el Consejo no llega a aprobar el acuerdo de Octubre ahora estaríamos ante otra parte de la chapuza ya que, sólo hubiera sido efectiva la fecha límite en comunidades que hubieran aprobado un Decreto haciendo obligatoria la capacitación o introducido el requisito en algún “Acuerdo Marco” o sistema parecido de concertación. O sea, que lo que lo que hubiera pasado hubiera sido diferente en cada cada comunidad. ¿Se acuerda alguien de cuando decían que la Ley de Dependencia serviría para armonizar los derechos? No lo consiguió

Dicho esto, pensemos que en los próximos años vamos a vivir una tensión creciente entre la necesidad de contar con profesionales para cuidar a mayores en sus casas y residencias y la dificultad de encontrarlos en un mercado laboral menguante.

No sé, yo tengo la sensación de que la historia no ha acabado y que aún veremos algún giro argumental.

Sea como sea, a todas las gerocultoras y los pocos gerocultores que lean estas líneas, ¡Feliz Navidad! Y gracias por hacer un trabajo que, a pesar de estar poco reconocido y pagado, ofrece calidad de vida a aquellas personas a las que, como sociedad, debiéramos estar agradecidas.

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