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EL RINCÓN DEL DIRECTOR

Póngale la contención a mi madre (como hacían en el hospital), por favor

Por Josep de Martí
Los expertos en contenciones Ana Urrutia, Antonio Burgueño y José Pascual opinan sobre este caso práctico. Envíanos lo que harías tú en esta situación.
Póngale la contención a mi madre (como hacían en el hospital), por favor

Por su interés, recordamos un caso práctico del Rincón del Director de Residencias escrito por el fundador de Inforesidencias.com en marzo de 2018 y que contó ya entonces con el aporte de tres grandes expertos en cuidar libres de sujeciones, sin contenciones.

En la residencia Las Marismas, de la que por cierto eres director/a, lleváis unos años comprometidos con la mejora de la calidad los servicios, lo que os ha llevado a intentar reducir y, si se puede, eliminar el uso de contenciones.

Al principio pensasteis pedir asesoramiento externo pero optasteis por contratar una formación, leer lo que había escrito y empezar por vuestra cuenta. Así, después de un análisis inicial y la puesta en marcha de unas medidas sencillas conseguisteis reducir en más de la mitad las sujeciones físicas.

Recientemente ha pasado algo que os tiene un poco preocupados.

La Sra. Ester Moral, de 87 años, que sufre una demencia que le impide tomar decisiones por sí misma, aunque no tiene sentencia de incapacidad, fue una de las primeras a quienes le quitamos la sujeción. Tras hablarlo en la reunión del equipo valoramos que el motivo por el que tenía una contención durante el día era su tendencia a deambular con riesgo de caída. Hablamos con sus dos hijas y les explicamos que quizás la contención que aplicábamos por el bien de Doña Ester le podía estar perjudicando más que lo que la protegía. Ellas se mostraron reticentes, pero escucharon los argumentos de los profesionales y consintieron.

Decidimos probar a dejar que caminase por las salas con una discreta supervisión. El primer día, un ratito. Después, un poco más. Cambiamos su sillón con cinturón por uno de los que compramos tipo “relax” con un mecanismo que elevaba los pies de forma que la señora Moral no tuviese contención pero estuviese en una posición desde la que, cuando se quisiera levantar, tardase algo más que en un sillón normal, de forma que alguna auxiliar que estuviese en la sala pudiese ayudarla.

Vimos para nuestra sorpresa que en unos cuantos días fue cogiendo confianza. Pasó de necesitar ayuda para caminar a andar por su cuenta y, a pesar de que deambulaba sin aparente sentido y tendía a intentar abrir la puerta que daba a la terraza y que normalmente estaba cerrada, doña Ester pasaba bastante rato caminando. Cuando se sentaba parecía descansar y al elevar los pies se mostraba cómoda sin agitarse ni intentar levantarse continuamente.

No todos los casos fueron tan fáciles y rápidos como el de la Sra. Moral, por lo que estábamos muy contentos con ella. Hasta el mes pasado. Ese día, la puerta de la terraza estaba abierta, doña Ester salió y no sabemos cómo, pero tropezó, se cayó al suelo y se golpeó la cara con una silla.

Seguimos el protocolo de caídas; viendo que podía haberse roto algo fue llevada al hospital donde pasó cuatro días. Por suerte, no hubo rotura pero el regreso del hospital resultó algo más difícil de lo que habíamos previsto.

Las hijas de doña Ester nos dijeron que lo primero que habían hecho en el hospital era ponerle a su madre un cinturón en la cama y otro en el sillón donde pasó parte del ingreso. Cuando ellas le comentaron a los médicos que en la residencia le habían retirado las contenciones éstos les dijeron que eso era algo que se podía hacer en algunos casos pero en otros, el cinturón era una prescripción médica imprescindible para evitar caídas. Las hijas nos dicen que les gusta la residencia y que quieren que su madre siga con nosotros pero quieren que vuelva a tener contenciones como las que tenía antes.

Hemos pedido a las hijas que vengan a una reunión del equipo y varios profesionales les han explicado que, aunque en apariencia una contención evita caídas, la evidencia científica demuestra que no es así. Incluso que el hecho de que su madre no llevase contención puede haber sido la causa de que finalmente todo haya quedado en un susto. “Las personas que llevan contenciones también se caen y cuando lo hacen se hacen más daño”.

Las hijas se muestran refractarias a los argumentos. “Si eso fuese así, en el hospital no le hubiesen puesto el cinturón en la cama y en el sillón”. Al final de la conversación nos dicen. “Pónganle las contenciones a mi madre como hacían en el hospital, por favor”.

¿Qué harías tú?

Autor del caso: Josep de Martí

Jurista y Gerontólogo

Profesor del Máster de Gerontología Social y del Postgrado en dirección de centros de la UB y UAB.

Comentarios de la doctora Ana Urrutia Beaskoa, presidenta de la Fundación Cuidados Dignos

La Doctora Urrutia resalta dos frases del caso práctico:

1ª “... el cinturón era una prescripción médica imprescindible para evitar caídas”.

2ª “Si eso fuese así, en el hospital no le hubiesen puesto el cinturón en la cama y en el sillón”.

La contención no es una prescripción imprescindible. Los protocolos internacionales y la mayoría de los protocolos españoles no recogen las caídas como indicación de contención, razón por la que su uso se interpreta cada vez más como una mala praxis, como una praxis maleficente, como un tratamiento fútil (innecesario) que como una praxis adecuada y necesaria.

El uso de contención traduce un fracaso de los procesos de cuidado, de forma que cuando los procesos de cuidado cambian y se centran en la persona, su uso es innecesario. Lo que sí resulta necesario es que el abandono del uso de contención que se está produciendo en los centros residenciales que atienden a personas mayores dependientes llegue a los hospitales, de forma que las praxis se mantengan uniformes a lo largo de toda la cadena de cuidado.

Tengamos en cuenta que aquello que se prescribe a nivel hospitalario tiene mucha influencia en la familia. Por esa razón deviene muy problemático el hecho de que después de que en la residencia se retire la sujeción, con lo laborioso y complicado que ello resulta, sea el hospital quien, por desconocimiento, eche por tierra el buen trabajo realizado por otros profesionales, informando incorrectamente a los familiares de la obligatoria necesidad de las contenciones.

Comentarios de Antonio A. Burgueño, director del Programa Desatar

Se suelen cometer ese tipo de “errores”, como es el caso de acometer eliminar sujeciones sin una buena estrategia, y solo basándose en la “buena voluntad” de profesionales sensibilizados.

La formación sobre sujeciones sin un claro objetivo asociado y una adecuada estrategia para lograrlo no se ha mostrado útil en las experiencias que conocemos. Con el tiempo, las buenas intenciones se transforman en frustración y burn-out.

Para mi, la principal razón de la falta de una buena estrategia es el objetivo, ya que solo reducir sujeciones te condena a seguir viéndolas como convenientes en algunos casos, y muchas veces las que se aceptan más son las que se practican en personas cuyas familias son muy conflictivas. Con enfoques así, nunca conseguimos deshacer todos los entuertos que nos llevan a utilizarlas.

A los familiares no les interesa las evidencias científicas que hay sobre el tema, y de los profesionales esperan que tengan claro lo que hay que hacer.

Ya es conocido que el Programa que dirijo solo trabaja con centros que quieren ir a por todas, y ya son decenas de centros los que son libres de sujeciones en España, más númerosos en Cataluña y en Madrid. Esos centros trabajan con una estrategia de prevención que les permite estar libres por años, de forma indefinida, como hemos podido comprobar.

Con todo, desde el Programa Desatar somos conscientes de que es necesario crear un escenario propicio para lograr nuestros objetivos con más facilidades, y sabemos que la influencia de los hospitales puede ser negativa.

No son muchos los médicos de hospital los que tienen formado un buen criterio sobre el uso adecuado de sujeciones físicas, pero en nuestro entorno sociocultural se tiende a pensar que lo que se dice en el hospital es “palabra de Dios”, y que los hospitales son “templos de conocimientos” donde todo se sabe, y saben más que otros.

Pensando en eso, propuse que se hiciera algo para cambiar las cosas, y conseguí el apoyo de la Consejería de Sanidad de Madrid, que creó un grupo de trabajo para proponer algo sobre sujeciones en los hospitales. Hoy en día existe una resolución de la Consejería que prohíbe recomendar sujeciones para después del alta, es decir que no deben ir más allá del episodio agudo grave que las justificó en el hospital. Esa resolución puede verse en:

http://www.madrid.org/es/transparencia/sites/default/files/regulation/documents/454_896_resolucion_sujeciones_vice__0.pdf

La propuesta salió desde el comité de ética de mi hospital, al que pertenezco desde hace años, y ha provocado una reflexión sobre el uso de sujeciones muy interesante, que aún ha de hacerse en muchos servicios.

Comentarios de Jose Pascual, director del programa No Sujetes de la Fundación Dignitas Vitae

Participar en un Programa de eliminación de sujeciones, en el cual hay que cumplir una serie de requisitos, ayuda a realizar bien las cosas y, sobre todo, a sentir apoyo en momentos como los comentados, donde se pone en riesgo el modelo de atención a las personas sin sujeciones. Otra de las ventajas de estos Programas es que crean un entramado de información y protección legal para obrar cumpliendo la normas y garantizando el buen hacer de todos los profesionales de la residencia.

Otra cosa que no debemos olvidar es crear una complicidad absoluta con la familia. No basta con solo informar y conseguir un consentimiento, es necesario que participen en el plan individualizado de eliminación de las sujeciones de su familiar. Eso significa que “todos” en la residencia tienen que estar suficientemente preparados para cambiar la forma y las formas de hacer las cosas e influir en los demás de forma directa en el cambio de mentalidad hacia la eliminación de las sujeciones.

Tendríamos que aprovechar el accidente sufrido para analizar en profundidad en qué se ha fallado y que nos sirviera para incrementar, de una manera progresiva y programada, nuevas medidas que reduzcan todavía más el riesgo, fundamentalmente tecnológicas, sensores silla, errantes, etc. Analizar de forma continuada todas las posibles incidencias. Con una valoración de posibles riesgos, desde un punto de vista general, para todas las personas usuarias de la residencia, así como de forma individual.

No debemos olvidarnos de la valoración ética del caso. En este caso, y tal como estaba funcionando la eliminación de las sujeciones, ¿es adecuada una sujeción? ¿es la única alternativa a la propuesta del médico del hospital? Realmente en un caso como este no es ético el uso de sujeciones, sería un tratamiento no indicado. Es una mala praxis, queramos o no. Aquí la opción propuesta por parte del hospital y de la familia es resultado del miedo y de la ignorancia.

Todo lo que se dice o se hace en los hospitales es un modelo a seguir por las personas en su domicilio o en las residencias, pero hay que tener en cuenta que no todo es trasladable. Si fuera un caso donde la sujeción estuviera realmente indicada, no tendríamos que olvidarnos del aspecto temporal de todas ellas y que, a mayor tiempo de uso, más problemas y más efectos secundarios.

El hospital está pensado para estancias cortas y, sobre todo, para tratar. ¿Nos gustaría vivir en él? No, no es un espacio humanizador. Hoy en día una de las cosas que más se demanda en los hospitales es el cuidado del lado humano.

Los cuidados que prestemos a una persona deben ser específicos para ella. La persona es el centro de la planificación, todo debería estar pensado según esa persona y no otra. Todos, al leer este caso, pensamos en la familia, en los profesionales, en la residencia, en el hospital, en el médico…, pero ¿alguien ha pensado en Ester?, ¿qué querría ella?, ¿qué siente ella cuando la sujetan?

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